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Y vuelvo al blog después del jolgorio decembrino, los excesos a costillas del pavo y la billetera de familiares que no dejan de lado la ridiculez de sus felicitaciones, bienvenidos a la época en la que me encuentro de nuevo solo pero rodeado de gente, de cara a una batalla a la que se enfrentaría cualquier paria que decide dárselas de incomprendido o rebelde y con la sonrisa dibujada de un mártir a machetazos de autosatisfacción.
La adolescencia es una etapa que se forja así misma de pajas y pajazos mentales, en si misma es la situación propia del deseo, es la horrorosa confrontación entre el querer ser y la necesidad de hacer algo para satisfacerte a ti mismo, en un breve resumen la adolescencia es la necesidad inmediata de follarte al mundo para luego tener que conformarte con masturbarte la rebeldía, es así como te forma como sujeto. Más que nada te pudrirá el cerebro de deseos insatisfechos que harán ecos hasta el último suspiro de vida que llaman la vejez. Hasta acá llegamos a un punto saludable para enmarcar esta nueva entrada carente de lectores (y si los hay espero disfruten mientras develo mis frustraciones que a lo mejor sean también las suyas).
Escribo esto mientras papa dibuja los primeros síntomas de la crisis de los 40 (10 años tardio), al parecer la borrachera navideña despertó el adolecente con la cara llena de barros y frustraciones que soy yo al escribir este articulo, en estas semanas he visto como en sus ojos se dibuja la necesidad euforia que le provoca el alcohol, cosa que en realidad detesto, se que jamás llegare a entender por que carajos los borrachos llegan a un punto en el que desean volverse mierda, gritar estupideces y poner música a todo volumen, y por mas que me emborracho o me drogo siempre llego al mismo punto de fastidio en el que lo único que deseo es volver a mi cama, con la duda insatisfecha y la pregunta hecha vomito o dolor de cabeza.
La navidad es una época jodidamente fastidiosa a menos que seas adoptado, la tradición de reunir familias ebrias y con el buche lleno de comida alrededor del salvador nuestro por el cual suspiramos carecería de sentido si no fuera además de los regalos por los exquisito de las situaciones patrocinadas por el niño dios. Para alguien como yo recientemente ateo que perdió la capacidad de pedir deseos al cielo no existe nada más curioso que la incertidumbre que se esconde detrás de la esperanza, en todas las plegarias en voz alta que escuche como la palabra dinero yacía subliminalmente, y así como de la nada la curiosidad encuentra respuesta en si misma.
Detrás de la ropa nueva, las joyas, el alcohol y los excesos a todos la cara se nos llena de barros, la grasa que mal ubicaron las hormonas desaparece y aparecemos desnudos masturbándonos ante la incertidumbre mientras oramos: “querido dios, quiero ser mas que lo que soy, quiero tener mas que lo que tengo, quiero ser envidiado, quiero cumplir mis sueños”.
En conclusión moriremos siendo adolecentes, la crisis de los 40 es solo comidilla para psicólogos, la madurez jamás llega y se disfrazara siempre en la sensatez de la resignación. Que bueno que yo al niño dios solo le pedí más sexo.
Feliz año, felices reyes, felices pajas.